Atenuar las cornadas de la existencia, aliviar desesperanzas y penas, levantar el ánimo o los rendimientos sexuales han sido objetivos habituales de la conversación terapéutica en la consulta del psiquiatra. La aparición de sustancias químicas con capacidad para mitigar sufrimientos ha desplazado, sin embargo, a un segundo término a las «terapias de diván» que Freud y una legión de psicoterapeutas han aplicado durante un siglo. Hoy en día, es raro encontrar pacientes que prescindan del uso regular de psicofármacos para estabilizar el humor, optimizar el sueño y borrar angustias, obsesiones o fijaciones que trastornan el pensamiento y cercenan el buen vivir. «Aunque la relevancia de las aportaciones del psiquiatra vienés a la terapéutica psicológica se haya prácticamente volatilizado del todo, resulta inviable prescindir de uno de los faros de la cultura de la modernidad».