La que estamos viviendo no es una crisis pasajera, y el capitalismo nunca volverá a funcionar como hasta ahora. El euro ha propiciado el florecimiento de las economías del Norte de Europa a costa de las de la periferia. Asimismo, ha generado una espiral de destrucción que está poniendo en peligro las democracias del Sur, puesto que las grandes decisiones relativas a los impuestos, las pensiones, las inversiones en educación o en sanidad ya no las toman los gobiernos de cada país, sino que vienen dictadas desde Bruselas. Lamentablemente, ya hemos podido comprobar que las medidas que nos proponen (los recortes, la austeridad y los sacrificios), no hacen más que contribuir a la recesión y a la pobreza de los ciudadanos de estos países. Lo mismo sucede con la crisis que atraviesa la deuda pública que corroe la soberanía nacional y la democracia. En este punto se nos plantea una cuestión clave: en estas condiciones ¿vale la pena votar? ¿O quizás debemos reconquistar nuestra democracia ejerciendo la soberanía popular?