A los políticos responsables de la educación les gusta alabar la elevada utilidad didáctica de los medios digitales. Y los grupos de presión de las empresas de software se frotan las manos con ofertas sensacionales que abrirán a nuestros hijos las puertas de un futuro mejor. Nada funciona hoy en día sin ordenadores, teléfonos inteligentes ni internet. Sin embargo, todo ello entraña unos peligros inmensos, porque su utilización intensa debilita nuestro cerebro. Los niños y los adolescentes pasan más del doble de tiempo con medios digitales que en la escuela. Las consecuencias son trastornos del lenguaje y del aprendizaje, déficits de atención, estrés, depresiones y una disposición creciente a la violencia. A la vista de este preocupante estado de cosas, el doctor Spitzer recuerda sus obligaciones a padres, a profesores y a políticos. Reclama una información objetiva sobre los riesgos y exige a los padres que pongan límites al pasatiempo digital de sus hijos para que no se vean arrastrados a la demencia digital y por el bien de su propio futuro. Demencia digital es un libro de rabiosa acualidad. Un ensayo alarmante pero necesario.