La filosofía práctica no está hecha para predicar en el vacío, sino para guiar nuestra conducta privada y pública. Como una vía de acercar esa reflexión a la gente, Aurelio Arteta nos propone reunir estos tópicos tan familiares a fin de escudriñar sus flacos fundamentos y efectos perversos. Ellos delatan las creencias dominantes, los grandes prejuicios colectivos. Tantos tontos tópicos recoge desde las excusas más socorridas de la irresponsabilidad y la pereza hasta la retórica ordinaria sobre la violencia o la democracia. Son estos comodines del lenguaje ordinario los que nos aportan la seguridad de que no estamos solos. Tal es la función primera de los tópicos: acomodarnos al grupo, vestirnos a la moda verbal del momento, volvernos normales. A base de amontonar esos lugares comunes, construimos nuestra comunicación más impersonal y automática. Decir lo que se dice nos permite opinar sin la molestia de pensar lo que decimos y, de paso, alcanzar la ilusoria certeza de entender y ser entendidos. Y en ésas estamos.