La jueza Elena Rincón vive en un entorno marcado por la soledad, ocupado por ausencias presentes y presencias ausentes, implicada en una relación intrascendente con un forense casado al que le gusta «probar hormas diferentes». Un día, en un rutinario trayecto al trabajo, queda fascinada por una chica abstraída en la lectura que viaja en su vagón, y decide buscarla, sin éxito, por los túneles y andenes del metro. Para establecer un vínculo con esa diosa, ese ángel, decide comenzar a leer el mismo libro: No mires debajo de la cama.