Más de tres décadas han transcurrido desde los diabólicos sucesos que se narran en Las brujas de Eastwick, y durante todo este tiempo las tres protagonistas, Alexandra, Jane y Suzanne, no han perdido el contacto. En ese lapso, las tres abandonaron la localidad, volvieron a casarse –con maridos conseguidos gracias a sus poderes mágicos– y las tres acabaron enviudando. Superaron el dolor y la soledad como algunas mujeres privilegiadas afrontan esa situación: viajando a otros países, como Canadá, Egipto y China. Hasta que decidieron regresar a Eastwick a pasar el verano. El pueblo en el que sucumbieron al influjo del seductor Darryl Van Horne, y en el que cometieron algo más que pequeños desaguisados, sigue envuelto en un halo mágico. Aunque Darryl ya no está, y los antiguos amantes de las tres han envejecido o muerto, siguen muy presentes las consecuencias de sus maleficios. Tendrán que enfrentarse a todo ello, y también a algunos vecinos de Eastwick que se acuerdan muy bien de las tres mujeres y que no las recibirán precisamente con los brazos abiertos.