Carlos Maceda pide a sus dos mejores amigos dinero para sufragar la crisis de su pequeña empresa de electrónica. Ellos aceptan dejárselo y, a partir de ese momento, las decisiones de sus vidas quedan a la intemperie, como si el acto de prestar y recibir dinero les hubiera dejado expuestos a la mirada de las personas próximas. Expuestos a la mirada del narrador. Los personajes de La conquista del aire crecieron oyendo hablar de instituciones -amistad, bien, justicia social? que ya eran sólo el eco de sí mismas, restos de coordenadas que estaban disipándose. Por eso quieren recuperar la capacidad de crear sus normas y actuar al margen de las de su grupo social, aunque intentarlo pueda ser como llenarse las manos de aire, como hacer castillos en el aire, como querer vivir del aire. Porque la libertad no se tiene, se conquista. «Una novela fabulosa, dura, descreída, acerca de nosotros (burgueses que andamos en los treinta), de nuestros falsos éxitos, traiciones y autoengaños.» Roberto Enríquez