Desde su tamaño natural, sosteniendo un libro en sus manos esposadas, una estatua con ceño fruncido desafía a los paseantes del romano Campo de'Fiori, durante muchos años uno de los lugares de ejecución de la ciudad. En principio se estableció que la estatua estuviese orientada de cara al sol, pero una decisión de última hora la situó hacia el Vaticano, que se había quejado de que la posición original resultaba irrespetuosa. Con la polémica siempre tras él, Giordano Bruno es uno de los más importantes personajes de los albores de la Europa moderna, y uno de los más incomprendidos. La injuria y la alabanza a partes iguales han marcado su figura, hasta cubrirla de una gruesa capa de mitomanía. Su poderoso arte de la memoria y sus provocadoras ideas sobre la infinitud del universo habían atraído la atención del Papa, de la reina Isabel y de la Inquisición, que lo condenó a muerte acusado de hereje. ¿Qué preocupaba más a la Iglesia, la subversion de su pensamiento científico o su doctrina herética? Rowland sigue los pasos de Giordano Bruno por la Europa del convulso siglo XVI donde cada verdad de la religión y de la filosofía se había puesto en cuestión para mostrarnos las contradicciones y aciertos del pensador, porque entre bestias y dioses es donde el hombre encuentra su camino. De su visión emerge un Bruno sabio, honesto y consecuente que defiende sus ideas y su derecho a mantenerlas hasta el fin. Un pensador incisivo, a la altura de Erasmo, Shakespeare o Galileo, cuya visión del mundo preconfiguró la modernidad.